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Decía George Cukor que sabía reconocer a una auténtica actriz cuando su humildad, su capacidad para trabajar y sus ojos llenos de pasión e ilusión al oír la palabra “acción” cobraban vida y llenaban de magia el plató.

Sin lugar a dudas Júlia Estornell pertenece a esta categoría. Afronta cada personaje con la determinación de sumergirse en una experiencia nueva y aprender de ella cualquier cosa que convierta lo que está escrito en un mundo real, palpable y único. Trabaja dejándose la piel en el intento, separando lo que no sirve y es anodino de lo que realmente es necesario para fortalecer la visión del director, y por lo tanto facilita la comunicación y rompe aquella barrera tan acusada y fatídica que muchas veces se extiende entre un director y aquel actor que se pierde por los caminos de la abstracción más absoluta y caótica. Y cuando escucha la palabra acción sus ojos, esos ojos inmensos que expresan vida y que penetran el objetivo de la cámara y el alma del espectador, se llenan de aquella magia mítica que encontramos en algunas de las mejores actrices de hoy y de siempre.

Posee Júlia Estornell una versatilidad que la coloca entre aquellas actrices que son capaces de hacer reír y hacer llorar con la absoluta convicción de que lo uno y lo otro será verdadero, sin fisuras… ningún ápice de esfuerzo fingido y poco natural asomará por su rostro (ni su alma). En pocas palabras; ella será el personaje y el personaje será lo que quiera el autor.

Al decir “corten” aún perdurará en sus ojos la chispa, la delicada fuerza de su cuerpo, esa dulce manera de congelar por un momento, (que es una eternidad), la magia más absoluta que el cine puede ofrecer. Será entonces cuando en la retina del espectador, su imagen, su fuerza interpretativa, su esencia… quedará por siempre.

De haber sido actriz en el Hollywood de los años treinta, George Cukor hubiese dicho lo mismo de Júlia Estornell. Y si no me creen, pasen… y vean.

 

   Salva Martos Cortés (Director y guionista)  

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